30/4/23

Novela: "El suéter de lana". Epílogo

 

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Augusto se subió al auto del Servicio Penitenciario. No se sentía más aliviado, sino que parecía completamente oscuro y ensombrecido. Definitivamente su vida lo había transformado en un fantasma que respiraba porque aún tenía la capacidad. Rememoró la última charla con su hija y recordó que le dijo que se portara bien. 
El auto arrancó, serían varios kilómetros en ese móvil, pero la policía y el Servicio Penitenciario se aseguraban la seguridad del trayecto hasta Tierra del Fuego, lugar donde Augusto pasaría el resto de sus años en prisión. 
El exempresario miró por la ventana del vehículo. El paisaje le daba cierta calma. 


Escuchó unos ruidos extraños delante suyo. Logró ver como un camión fuera de control chocaba de frente contra el móvil policial que lo llevaba a él. Agonizó unos segundos, pero el impacto y las heridas mortales que éste le había producido llevaron a que muriera. Augusto falleció, quizás por un infortunio del tránsito o tal vez por haber revelado lo que no debía.


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Los juicios contra “La Banda de Traje Negro” continuaron. Algunos acusados consiguieron penas menores, otros no pudieron zafar. Los más poderosos no pisaron ni la vereda de una cárcel. 
El antídoto para el agroquímico adulterado estaba superando las pruebas y se encaminaba a convertirse en vacuna. Muchos se salvaron, otros no llegaron a aplicársela. 
Valeria salió del hospital unas semanas después. El centro asistencial le habilitó el servicio de psicología para que pudiera reponerse de todo lo que le había ocurrido. Se sentía algo culpable por la muerte de su padre, pero pensó que esa lucha, ya no era de ella. 


El caso de “La Banda de Traje Negro”, tomó repercusión nacional y asediados por la prensa, Federico y Valeria decidieron mudarse de la ciudad a otro pueblo más tranquilo. 
Alquilaron una casa en el medio de un campo al que secretamente llamaron: “Un nuevo sol”. Colocaron un mástil en la entrada, cuya bandera fue el suéter de lana que le había dejado su mamá a Valeria, para ella, ya no era una prenda de vestir, sino su insignia de la resistencia. 
Así, Federico y Valeria se decidieron a convivir, a rehacer sus vidas desde cero, a volver a conocerse, a jugar, esta vez, a secuestradora y secuestrado. A poder, por fin disfrutar de ese amor furtivo y de lo más valioso para ellos: su libertad.



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