10/3/19

Novela: "El suéter de lana". Capítulo 35

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Federico abrió los ojos temiendo lo peor. Como era costumbre el último tiempo, comenzó a revisar todo su cuerpo en busca del dolor y del proyectil que habría recibido, rogando que nada le haya tocado un órgano vital, pero estaba completamente ileso. Había escuchado los constantes disparos unos segundos antes. Luego de percatarse que en su cuerpo todo estaba en orden, comenzó a desesperarse por lo que antes le había dicho Augusto: García mataría a Valeria. Sin pensamientos racionales, salió de su escondite y corrió hacia adentro de aquel estacionamiento abandonado y lo que vio lo dejó perplejo: el intendente de la ciudad se tomaba el brazo izquierdo sobre el suelo. Bajo la mano con la que presionaba su herida, comenzó a emanar un color rojizo oscuro: había recibido un disparo.  


El funcionario aullaba de dolor y Augusto intentaba sin éxito arrebatarle la pistola a Mariano que estaba enajenado. Valeria estaba petrificada del temor y el horror.
En un instante Federico logró reaccionar y junto a Augusto lograron reducir a Mariano cuya fuerza parecía sobrenatural. 


García herido y a pesar del dolor, se acercó lentamente gateando hacia su arma: iba a terminar de una vez y por todas con esa locura, pero Valeria al verlo, pateó su pistola lejos. García se levantó del suelo y la agarró del cuello. La estaba estrangulando con todas las fuerzas de su única mano disponible. Valeria se retorcía, pero las fuerzas de sus manos no eran suficientes, para hacer ceder al intendente. La chica perdía cada vez más oxígeno, se le vencían las rodillas, el aire no llegaba al cerebro. Finalmente se desvaneció sobre el suelo. 


Federico y Augusto controlaron a Mariano y al percatarse de lo que había ocurrido tras sus espaldas, ambos se abalanzaron sobre García, pero no llegaron a ponerle las manos encima, ya que siete matones del intendente los agarraron y comenzaron a darle una paliza contra el piso, armados con palos y cachiporras. Federico miraba el cuerpo de Valeria que yacía a unos centímetros de él. La furia y el rencor recorrieron cada centímetro de sus extremidades. No le faltaba el aire por los golpes que estaba recibiendo, sino por el temor de sentir que aquella mujer, la única que había amado y en silencio, estaba muerta.
Augusto, al lado de Federico,  lloraba ahogándose con sus propios fantasmas del pasado. Maldiciéndose y recordando cada mala decisión que había tomado con tal de estar cerca de su hija, que ni siquiera era su hija. 


Al finalizar la golpiza, García dio indicaciones a los matones para sacar a los tres de allí, ya que ejecutarlos en aquel lugar, levantaría muchas sospechas luego de  los disparos anteriores.
Mariano recobró el conocimiento. Se levantó en el momento exacto en el que uno de los matones, cargaba el cuerpo inerte de Valeria.
- ¡NOOOOOOOOOOOO! ¡¿QUÉ LE HICISTE?!- gritó y se abalanzó sobre García que aún se tomaba el brazo luego del roce de una bala. Automáticamente dos matones, lo redujeron de nuevo y lo molieron a golpes.
- Mariano, hace muchísimo tiempo que necesitas un psicólogo y yo me voy a encargar personalmente de que eso pase- le dijo García, en el preciso instante en que le aplicaban un calmante en el cuello con una jeringa. 


Federico y Augusto, maniatados y empujados eran conducidos a la salida del estacionamiento abandonado. Uno de los ayudantes de García cargaba a Valeria en brazos y otro ayudaba a caminar a Mariano que no podía hacerlo por los efectos del calmante que le habían inyectado.
Cuando llegaron al umbral de aquel lugar ya era de noche. Pero una luz incandescente los cegó a todos, la voz de alto los sobresaltó. La Policía Federal había rodeado todo el perímetro y estaba apuntando contra el líder de La Banda de Traje Negro y sus cómplices.

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