27/12/18

Novela: "El suéter de lana". Capítulo 34

Hacé click en: "Leer más", para ver el capítulo.













Augusto lloraba desconsoladamente en su oficina. Todo el imperio que había cosechado llegaría a su fin de una manera o de otra. Tarde o temprano, García iba a apretar el gatillo y él iba a perder a su hija para siempre, así como había perdido al amor de su vida por, según él, querer darles una vida mejor. Su propio llanto lo ahogaba. Ya no había tiempo.

Federico corría desesperado por las calles de la ciudad, con un estuche a cuestas que contenía una vieja carabina que había heredado de su padre. Intentaba no pensar en Valeria, pero paradójicamente era a ella a quién estaba yendo a rescatar. El estacionamiento abandonado quedaba en la zona céntrica de la ciudad,  pero los obstáculos de hora pico dificultaban su llegada y el rescate. Por primera vez en su vida podía sentir un profundo amor por alguien sin sentirse abandonado.

Mariano miraba de arriba abajo a Valeria, la idolatraba, la amaba con intensa locura y obsesión. Lo destruía el saber que ella jamás lo querría como él lo hacía, de una manera tan apasionada. La analizaba intentando encontrar una respuesta a tal desamor, al desasosiego que le producía tamaña injusticia para él. Mariano estaba seguro, sabía que todo ese “amor” por Valeria podría usarlo para terminar de una vez y por todas con el estorbo, con la piedra en su zapato, que era Federico. Esa sensación le generaba un placer imposible de poner en palabras. Entre sus ropas acarició la pistola que llevaba.

García irrumpió en el estacionamiento abandonado, felicitando a Mariano por lo que había hecho y le prometió un lugar en “La banda de traje negro”. A continuación, miró a Valeria.
- Acá tenemos a la hija de Augusto. No me presenté, disculpame: Teo García, pero todos me conocen más por mi apellido…- empezó.
- Sí, ya sé quién es usted, y eso lo hace mucho más macabro. Me da asco- contestó Valeria con un nudo en la garganta.
- Yo no soy macabro, querida. Macabro es tu papi que no quiso venir a presenciar este momento. Y además es un cobarde, porque ni siquiera quiso venir a silenciarte, a matarte- dijo García mirándola a los ojos y agarrándola del brazo para que se levante.
- ¿Cómo? ¿Matarla? No, señor, con todo respeto. No puede hacer eso- dijo Mariano, que en el único velorio en el que pensaba, era en el de Federico.
- No, yo no lo voy a hacer, Marianito. Lo vas a hacer vos- le dijo García, y le indicó que sacara la pistola que tenía en uno de los bolsillos de su chaleco.

Federico llegó al estacionamiento abandonado, pero no entró. Sabía que se le acababa el tiempo, pero debía elaborar un plan. Cuando se decidió a entrar, Augusto lo empujó de nuevo hacia afuera.
- ¡Qué hacés acá, basura! Te prometo que cuando todo esto se termine, te vas a comer 100 años en la cárcel…- le dijo furioso Federico a Augusto, que no habían vuelto a verse desde el secuestro de Valeria.
- No creo que esto termine en la cárcel, lo que sí creo es que va a ser una masacre. Mirá Federico, ambos nos odiamos y mucho. Vos me sacaste a mi hija, hiciste que se enterara de todo lo que hice, pero no quiero que se muera…-rompió en llanto Augusto, que poco quedaba de aquel hombre sin escrúpulos que explotaba personas en beneficio personal.
- ¿Quién la va a matar? ¿Mariano?- preguntó Federico muy confundido, pero más desconfiado y aún molesto.
- No creo, está obsesionado con ella. Pero sí García, el intendente del pueblo. Él es el que está detrás de todo esto. Yo voy a intentar rescatar a mi hija. Si todo esto termina más o menos bien, te pido que la cuides- contestó Augusto, sin dejar que Federico pudiera repreguntar o refutar su idea. El muchacho tomó la decisión de esconderse en lo que una vez, había sido un automóvil.
Augusto entró en el estacionamiento abandonado y se dirigió en dirección a García y Mariano que aún se debatía entre acatar las órdenes de quién le mostraría el cielo entero, o no hacerlo y continuar con su obsesión por un amor que no era tal.

- ¡Dejala García! Ella no tiene nada que ver con todo esto- trató de ser firme Augusto.
- ¿Y vos me lo vas a impedir, Augusto? Estoy seguro de que el poquito cariño que te tiene tu hija en estos momentos, se le va a ir con todos tus secretos- desafió García.
Valeria, sólo miraba, García le apretó más el brazo.
Augusto sacó su viejo pistolón y le apuntó a García. Este incitaba a Augusto para que le disparara. Valeria estaba horrorizada.
En ese momento, Mariano comenzó a tener uno de sus brotes esquizofrénicos. Empezó a ver al granjero que mató Augusto durante el secuestro de Valeria. Veía a aquel hombre por todos lados. Empezó a disparar en distintas direcciones, hasta que se escuchó un gran aullido de dolor.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

¡Dejá tu comentario!