Augusto lloraba desconsoladamente en su oficina. Todo el imperio que había cosechado llegaría a su fin de una manera o de otra. Tarde o temprano, García iba a apretar el gatillo y él iba a perder a su hija para siempre, así como había perdido al amor de su vida por, según él, querer darles una vida mejor. Su propio llanto lo ahogaba. Ya no había tiempo.
Federico corría desesperado por las calles de
la ciudad, con un estuche a cuestas que contenía una vieja carabina que había
heredado de su padre. Intentaba no pensar en Valeria, pero paradójicamente era
a ella a quién estaba yendo a rescatar. El estacionamiento abandonado quedaba
en la zona céntrica de la ciudad, pero
los obstáculos de hora pico dificultaban su llegada y el rescate. Por primera
vez en su vida podía sentir un profundo amor por alguien sin sentirse abandonado.
Mariano miraba de arriba abajo a Valeria, la
idolatraba, la amaba con intensa locura y obsesión. Lo destruía el saber que
ella jamás lo querría como él lo hacía, de una manera tan apasionada. La
analizaba intentando encontrar una respuesta a tal desamor, al desasosiego que
le producía tamaña injusticia para él. Mariano estaba seguro, sabía que todo
ese “amor” por Valeria podría usarlo para terminar de una vez y por todas con
el estorbo, con la piedra en su zapato, que era Federico. Esa sensación le
generaba un placer imposible de poner en palabras. Entre sus ropas acarició la
pistola que llevaba.
García irrumpió en el estacionamiento
abandonado, felicitando a Mariano por lo que había hecho y le prometió un lugar
en “La banda de traje negro”. A continuación, miró a Valeria.
- Acá tenemos a la hija de Augusto. No me
presenté, disculpame: Teo García, pero todos me conocen más por mi apellido…-
empezó.
- Sí, ya sé quién es usted, y eso lo hace
mucho más macabro. Me da asco- contestó Valeria con un nudo en la garganta.
- Yo no soy macabro, querida. Macabro es tu papi
que no quiso venir a presenciar este momento. Y además es un cobarde, porque ni
siquiera quiso venir a silenciarte, a matarte- dijo García mirándola a los ojos
y agarrándola del brazo para que se levante.
- ¿Cómo? ¿Matarla? No, señor, con todo respeto.
No puede hacer eso- dijo Mariano, que en el único velorio en el que pensaba,
era en el de Federico.
- No, yo no lo voy a hacer, Marianito. Lo vas
a hacer vos- le dijo García, y le indicó que sacara la pistola que tenía en uno
de los bolsillos de su chaleco.
Federico llegó al estacionamiento abandonado,
pero no entró. Sabía que se le acababa el tiempo, pero debía elaborar un plan.
Cuando se decidió a entrar, Augusto lo empujó de nuevo hacia afuera.
- ¡Qué hacés acá, basura! Te prometo que
cuando todo esto se termine, te vas a comer 100 años en la cárcel…- le dijo
furioso Federico a Augusto, que no habían vuelto a verse desde el secuestro de
Valeria.
- No creo que esto termine en la cárcel, lo
que sí creo es que va a ser una masacre. Mirá Federico, ambos nos odiamos y
mucho. Vos me sacaste a mi hija, hiciste que se enterara de todo lo que hice,
pero no quiero que se muera…-rompió en llanto Augusto, que poco quedaba de
aquel hombre sin escrúpulos que explotaba personas en beneficio personal.
- ¿Quién la va a matar? ¿Mariano?- preguntó
Federico muy confundido, pero más desconfiado y aún molesto.
- No creo, está obsesionado con ella. Pero sí
García, el intendente del pueblo. Él es el que está detrás de todo esto. Yo voy
a intentar rescatar a mi hija. Si todo esto termina más o menos bien, te pido
que la cuides- contestó Augusto, sin dejar que Federico pudiera repreguntar o
refutar su idea. El muchacho tomó la decisión de esconderse en lo que una vez,
había sido un automóvil.
Augusto entró en el estacionamiento abandonado
y se dirigió en dirección a García y Mariano que aún se debatía entre acatar
las órdenes de quién le mostraría el cielo entero, o no hacerlo y continuar con
su obsesión por un amor que no era tal.
- ¡Dejala García! Ella no tiene nada que ver
con todo esto- trató de ser firme Augusto.
- ¿Y vos me lo vas a impedir, Augusto? Estoy
seguro de que el poquito cariño que te tiene tu hija en estos momentos, se le
va a ir con todos tus secretos- desafió García.
Valeria, sólo miraba, García le apretó más el
brazo.
Augusto sacó su viejo pistolón y le apuntó a
García. Este incitaba a Augusto para que le disparara. Valeria estaba
horrorizada.
En ese momento, Mariano comenzó a tener uno de
sus brotes esquizofrénicos. Empezó a ver al granjero que mató Augusto durante
el secuestro de Valeria. Veía a aquel hombre por todos lados. Empezó a disparar
en distintas direcciones, hasta que se escuchó un gran aullido de dolor.
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