29/3/18

Relato: "Cosa de peluches".

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Y  llega él,  esperada o inesperadamente. En momentos de máxima alegría o profunda tristeza. En un grito de gol en el minuto noventa en una final del mundo, o en la despedida de un ser  querido.
Él jamás es egoísta, da y recibe. Es un bálsamo que  explica el júbilo  y apacigua el dolor.

Los más poetas, afirman que en él se unen las almas y los corazones, que una vez perpetrado brota el amor y la amistad.
Otros, más escépticos,  dicen que sólo es un abrazo, pero no pueden olvidar el último que le dieron a su osito Teddy aquellas noches de tormenta en su niñez.

Un abrazo es un gesto mínimo que logra romper la barrera de los cuerpos, es dejar de ser una isla impenetrable, es sentirse uno mismo, y sentir al otro.
Un abrazo es el descubrimiento de una nueva tierra que siempre parece lejana, distante. Cuando uno abraza a alguien puede sentir los latidos de su corazón, la respiración en sus pulmones, qué es lo que percibe, un vistazo rápido de su alma.

El abrazo de mamá como un campo protector,  el abrazo en el festejo  con un desconocido en la cancha cuando tu equipo mete un gol, el abrazo con los amigos en el pogo de una canción, el abrazo del ser amado, el abrazo interminable de una despedida, el abrazo que desata la emoción, el abrazo que deja brotar la angustia, el abrazo que prepara el traidor para dar una puñalada por la espalda. Un abrazo, habla sin palabras.

Abrazos de oso, abrazos que rodean el cuello y la espalda, abrazos que sólo llegan hasta la cintura, abrazos desnudos bajo las sábanas,  abrazos desesperados al osito Teddy para que te salve del mounstro bajo la cama o del fantasma que está en el armario. Abrazos de toda clase, de todo tipo.

Quizás los abrazos no sean sólo cosa de Teletubbies, o de marionetas en la televisión, tal vez se trate de un idioma universal que habla todo el planeta. Un gesto ínfimo que  frena el tiempo y que permite descansar los sentimientos  aunque sea por unos segundos.
Quizás los abrazos, no sean sólo cosa de peluches.

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