13/3/18

Novela: "El suéter de lana". Capítulo 31.

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- ¡Hija! Ya llegaste… -exclamó Augusto con un ahínco exagerado, cuando abrió la puerta de su escritorio y vio parada a Valeria.
Ella apenas podía mirarlo a la cara, se le notaba la implosión de emociones que estaba teniendo. Augusto, percibió que algo le pasaba.
- ¿Qué te pasa hija? ¿Estás bien?- le preguntó Augusto, nervioso.
- Sí, estoy bien. Sólo un poco cansada, dormimos poco con Ángela anoche. Nos quedamos hablando. Cosas de chicas ¿viste?- contestó Valeria, tratando de que su voz sonara lo más normal posible. Le sorprendía su propia entereza.
- Hola amor- saludó Valeria a Mariano. Casi nunca le decía “amor”.-me voy a descansar un rato, si no les importa.
Augusto  le dijo que vaya, que no había ningún problema. Cuando vieron a Valeria subir las escaleras en ruta hacia el dormitorio, Mariano y Augusto se miraron. Una sospecha sobrevolaba sus mentes. Fue el mayor de ambos, el que habló primero.
- ¿Habrá escuchado lo del padre?-
- No creo, lo raro es que me dijo “amor” y casi nunca me lo dice.- contestó Mariano.
- Hacé una cosa, seguila, vaya a donde vaya la seguís Mariano. Así vaya al baño, te quiero con un ojo ahí adentro ¿está claro?- ordenó Augusto.
Valeria estaba en su cuarto llorando en silencio, la mujer combativa en la que se había transformado en el último tiempo parecía haber quedado atrás. Ahora era una nena, implorando por la presencia de su madre con ella.

Lloraba porque extrañaba a su madre, lloraba por descubrir una de las tantas verdades que escondía su padre. Lloraba porque se sentía completamente sola.
Fue al compartimiento secreto que tenía desde chiquita en su habitación y lo abrió, el suéter de lana de su madre estaba allí junto a un teléfono. Agarró el celular y llamó.
- ¿Hola? Valeria… ¿estás bien?- preguntó Federico del otro lado de la línea.
- Ahora te llamás Ángela, Federico. Me acabo de enterar que mi papá no es mi papá. Si ya era desconocido antes de saberlo, ahora lo es más- contestó Valeria entre sollozos e hipeos.
- Bueno, hay que seguir investigando… ¿Hola? ¿Estás ahí? ¿Valeria?- Federico no recibió contestación.
Mariano había dormido a Valeria con un pañuelo bañado en cloroformo. La acariciaba despacio, lentamente. Los próximos minutos, agarró su auto con rumbo desconocido y con Valeria en el asiento de atrás, profundamente desmayada.

Una oficina con vista a la zona céntrica de la ciudad, amplia y pulcra. Paredes blancas, algún que otro objeto decorativo. En un costado la bandera de Argentina sobre un mástil de madera.  El escritorio fóbicamente arreglado y ordenado.
Empieza a sonar el teléfono de  la oficina. El silencio se apaga. Un hombre vestido de traje, deja los anteojos sobre el escritorio y atiende a la llamada.

- Hola… descubrieron a Augusto- dijo una voz en el teléfono.
- Yo me encargo- contestó García.



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