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Novela: "El suéter de lana". Capítulo 30.

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Valeria sentía como la ducha tibia caía por toda su cara y seguía su camino hacia todo su cuerpo. Trataba de mantener la mente en blanco, hacía esfuerzos sobrehumanos para no pensar en lo que había vivido la noche anterior. Ya era de mañana y estaba en el departamento de Federico. Se había comunicado con él a través de monosílabos desde que pudieron volver a la ciudad haciendo dedo.

Valeria terminó de bañarse, Federico tocó la puerta del baño para preguntarle si estaba bien, ella le contestó con un escueto “sí”. Él le alcanzó una toalla entreabriendo la puerta. Ella la cerró rápido.

- Te lavé la ropa que estaba sucia por todo lo que pasó y por el olor a humo que tenía. Para que tu papá no sospeche…- le dijo Federico con cierto cuidado, cuando ambos se sentaron en la mesa del pequeño living.
- Está bien…- le contestó ella, con la misma actitud que había tenido desde que salvaron su vida de milagro.
- Ehh, quería agradecerte por haberme salvado la vida. No sé cómo llegaste a ese lugar-dijo Federico ruborizado e incómodo.
Valeria empezó a llorar, las lágrimas brotaba de sus ojos como una lluvia torrencial. Federico se sintió más incómodo, no sabía qué hacer.
- Mi papá es un asesino, una basura… Cuando empecé a sospechar de todo, sólo esperaba algún negocio tercerizado, lavado de plata, pero nunca esto. Ahora tengo la certeza de que fue él el que mató a mi mamá y seguro mató a tu papá- Valeria no dejaba de llorar, Federico jamás la había visto así, ni siquiera cuando la secuestró años atrás.
- Bueno, eso no lo sabemos, tenemos que investigar- trató de consolarla.

- No hace falta investigar, yo escuché como le pegó un tiro por la espalda a ese hombre, como empuñaba el arma como un profesional, los rasgos en la cara. Como lo disfrutaba.
Cómo prendió fuego todo ese lugar con tal de seguir salvado e impune. ¿Qué pasaba si yo no estaba ahí? Vos ahora estarías en una morgue todo carbonizado como ese tipo y  yo seguiría creyendo que desvía plata- siguió con su catarsis Valeria.
- ¿Ahora me creés? ¿Qué vas a hacer ahora?- preguntó Federico.
- Voy a tratar de ir y fingir que sigo siendo una completa idiota y que no sé que es un asesino para que podamos juntar pruebas para meterlo preso a él y a Mariano que seguro también está metido en esto…- explicó Valeria.
- Bueno… estem… cuidate- balbuceó Federico.

Valeria se levantó de la mesa y se dirigió hacia la puerta, Federico la acompañó
- Perdón por ser tan ciega- le dijo ella, le dio un beso en la mejilla y se fue.

Augusto estaba en el escritorio de su casa junto a Mariano, estaban pensativos.
- Me mandó un mensaje un poco tarde que se había ido a dormir a la casa de la amiga Ángela, pero si ella no tiene amigas…- lanzó la cuestión sobre la mesa Augusto.
- Bueno, quizás no te contó nada porque la sobreprotegés- apeló al sentido común Mariano.
- La sobreprotejo porque no quiero que se entere de las cosas que hace el padre- se justificó Augusto.
- ¿No lo viste nunca más al padre?- quiso saber Mariano arrancando otra conversación.
- No, se lo tragó la tierra, y además cállate, que debe estar por llegar y te va a escuchar. Mirá, mi hija se puede enterar que soy un asesino inescrupuloso, que hago negocios totalmente en negro, que formo parte de una logia que ofrece sacrificios matando gente,  pero jamás en nuestras miserables vidas se tiene que enterar que yo no soy el padre…- dijo certero Augusto.

Valeria escuchó detrás de la puerta todo lo que su padre acababa de decir. Estaba totalmente estupefacta.

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