El eco del disparo aún no se disipaba en los oídos de Valeria. Estaba petrificada frente al portón del hangar abandonado. Respiraba despacio, como si alguien sintiera el sonido de su respiración.
Volvió a mirar por una hendija. Su padre todavía apuntaba un
revólver. En el suelo tendido boca abajo estaba Alfredo, con un disparo en la
espalda. Su camisa clara, se tornaba oscura a medida que la sangre salía de su
cuerpo.
Federico, miraba fijo a Augusto. Mariano ni se inmutaba.
- Mariano, sacale la pistola a Alfredo, porque ya no la va a
poder usar más- Augusto miró a Federico- tuviste suerte, pibe. Casi te mata, te
salvé la vida, pero no por mucho tiempo- Augusto sonrió, le indicó a Mariano
que le pasara el arma que no pudo
utilizar Alfredo por las manos de Federico.
Mariano accedió, cuando estuvo a unos centímetros de
Federico, éste lo escupió en el rostro.
Mariano empezó a golpearlo salvajemente y Augusto intervino.
No debían dejar cabos sueltos.
A continuación, salieron del hangar abandonado. Valeria al
verlos acercarse a su posición dio la vuelta por detrás. Ya no podía ver lo que
estaba ocurriendo.
Federico empezó a luchar con sus ataduras, creyendo que ya
lo habían dejado solo, pero Mariano y Augusto volvieron a irrumpir en el lugar
con dos bidones de nafta cada uno.
Comenzaron a derramar el contenido de los bidones por todo
el lugar. Cuando el piso de madera quedó mojado por el líquido inflamable,
Augusto tiró su encendedor prendido al
suelo, le sonrió a Federico una vez más y apartó a Mariano que estaba a punto
de insultar al prisionero.
El fuego comenzó a expandirse al instante, Federico era
consciente de que ese era su final.
Augusto y Mariano subieron al auto y se alejaron del lugar,
que poco a poco fue convirtiéndose en una lámpara gigante.
Valeria, que continuaba
escondida, empezó a percibir el olor a quemado y el calor que se despedía del
galpón abandonado.
Dudaba si su padre permanecía allí. El sólo pensar en él, le
generaba repulsión. Tomó la decisión sin pensarlo dos veces: dio la vuelta al hangar corriendo y se
metió adentro. Las llamas enfurecidas, hacían arder todo. Valeria sentía mucho
más que temor, pensó en irse. Se maldijo por seguir a su instinto, y emprendiendo
el regreso a la puerta escuchó un grito ahogado.
- Ayuda…- Federico, ahogado por toda la combustión y las
llamas a su alrededor estaba al borde del desmayo. Valeria entró en pánico.
Sacó su celular y llamó a los bomberos. Sabía que Federico no iba a resistir
mucho más, así que decidió avanzar entre las llamas.
Saltos, cuerpo a tierra, piruetas desesperadas pero
efectivas, hicieron que llegara junto a Federico que ya estaba inconsciente. Lo
desató y trató de despertarlo. Federico no reaccionaba.
Valeria rodeó el brazo izquierdo de Federico sobre su
cuello. Le estaba costando respirar, se estaba ahogando. Miró el techo. Una de
las vigas de madera empezaba a ceder.
“Una puerta lateral”, pensó Valeria, que ya no sabía si lo
que estaba viendo era producto del humo que estaba inhalando o algo real.
Desesperada, con el cuerpo de Federico inconsciente a cuesta,
atravesó esa puerta lateral.
Ya habían podido escapar del hangar, pero Valeria seguía
corriendo, porque la estructura se estaba derrumbando. Los ruidos metálicos
eran cada vez más sonoros, hasta que un estruendo lo calló todo.
El hangar se había derrumbado por completo. Federico y
Valeria estaban tirados sobre el pastizal tosiendo a más no poder.
De lejos se escuchaba la sirena de bomberos.
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