- ¿Cómo? Pero… ¿estás seguro?- se estremeció Valeria, al escuchar las palabras de Federico. Ambos estaban en un departamento. El secuestrador y su víctima intercambiaban información. Ya no eran presos del delito. Eran dos personas en busca de respuestas.
- Sí, más que seguro. Los herbicidas que se usan en ese
lugar son cancerígenos. En el momento que mi viejo se enfermó era experimental,
no llegó a ser mortal porque lo pudimos neutralizar a tiempo con un reactivo.
Para este momento debe estar perfeccionado, pero dudo que no siga generando enfermedades y
muertes.- explicó Federico.
- Voy a investigar todo esto que me estás diciendo.- se
levantó Valeria de la silla y fue en dirección a la puerta.
- Pará ¿le vas a ir a preguntar a tu viejo? Qué le vas a
decir: “Che viejo, ¿por casualidad vos no usás herbicidas cancerígenos que
enferman a la gente?”- la frenó Federico.
- Tengo otros métodos, él quiere que yo lo suceda en el negocio.
Tengo contactos. Además no sé si confiar en vos todavía. Estoy en el medio de
una nebulosa- contestó Valeria seria.
- ¿Pero vos me estás jodiendo? Fuiste vos la que me pidió
ayuda. Fuiste vos la que me trajiste acá. Yo lo único que quiero saber es si tu
viejo mató a mi viejo- se enojó Federico.
- Te traje acá, porque no tenes casa, necesitas un lugar
dónde vivir y estas cosas llevan mucho tiempo. Necesito pruebas para ver quién
miente, quién dice la verdad. Quién dice mitad y mitad. No te lo tomes tan
personal. Ya no soy esa adolescente idiota que secuestraste hace seis años-
Valeria le contestaba a Federico con el mismo tono monocorde que él usaba
mientras la mantenía cautiva.
- ¿Querés pruebas?, yo te las voy a dar.- Federico, agarró
del brazo a Valeria y salieron del departamento con dirección al ascensor.
Al salir del edificio, tomaron un taxi en ruta al barrio 3
de febrero.
Augusto estaba en su oficina cuando entró Mariano.
- ¿Y Valeria?- preguntó Augusto.
- Fue a hacer unas compras- respondió Mariano sobresaltado.
- Te dije que estuvieras cerca de ella, que te le pegaras si
era necesario- Augusto estaba ofuscado. Se sirvió una copa de vino.
- Bueno, me dijo que tenía que hacer cosas de mujeres. Tiene
que tener su privacidad- se defendió Mariano.
- Sí, ahora te importa su privacidad. Cuando no te daba ni
la hora, no la dejabas ir sola al baño. Necesitaba una barreta para separarte
de ella.
- Bueno, para qué me llamaste- cambió de tema Mariano.
- Valeria está rara. Por eso te dije que no te despegaras de ella-
- ¿Vas a seguir otra vez con lo mismo?- le contestó Mariano
sin ocultar su malestar.
- No, te digo que algo sospecha…-bajó la voz Augusto.
- Y sí, tonta no es-
- ¡No podés estar tan tranquilo! Tenés que vigilarla
Mariano, no se tiene que enterar lo que hacemos en la estancia ni de la logia ¿estamos? Ah, y averigüá dónde está
el pendejo ese que la secuestró. No quiero más sorpresas.
- Sí, quedate tranquilo… ¡Augusto, cuidado!- El empresario empezó
a mirar para todos lados asustado y no veía nada.
El que sí veía era Mariano, justo al lado de Augusto,
apuntándole a la cabeza estaba el granjero que había matado hacía seis años.
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