“La lógica humana funciona a través del dolor, se mide a través del dolor. Evitan cualquier cosa para no sentir, no atravesar el dolor. Son capaces hasta de evadir el amor, porque creen sufrirán por ello.
Sienten pánico, mucho pánico, temor a enamorarse, a
sentir las tan famosas mariposas en la panza, la fijación de la mente en
alguien, las cursilerías escritas en papel. Todos síntomas, de lo que para
ellos, el amor, es una enfermedad.
Le tienen miedo a ese dolor, a ese sufrimiento de no ser
correspondidos por eso anulan los sentimientos, los guardan profundo en su ser bajo
siete llaves.
Para ellos coincidir emocionalmente con el otro, es una
ecuación matemática. Es una incógnita, algo desconocido. Y a eso también le
tienen miedo, pánico y temor.
Sentir amor es como estar al borde del abismo, es saltar
al vacío sin la certeza de que alguien sea ese colchón en el cual caer.
Esa incertidumbre, ese miedo a sufrir una caída
estrepitosa, motiva la búsqueda de otras alternativas, otros caminos para
escaparle al amor.
Pero si no aman ¿qué hacen entonces?
Recurren a su instinto, a la naturaleza propiamente
dicha.
El sexo es mucho más fácil de conseguir que el amor. Es
el camino más factible. No se sufre, no se tiene temor, ni pánico. Sólo se
disfruta del placer de los cuerpos, lo que les genera una satisfacción mucho
más simple y temprana, pero no duradera.
Para ellos sentir amor es tomar una decisión impulsiva
buscando, mendigando compresión y aceptación.
Ese temor al dolor, al rechazo, al contagiarse la
enfermedad los vuelve superficiales. Idolatran el cuerpo e ignoran el alma.
Pero es inevitable, tarde o temprano llegará el momento,
el instante en que una mirada, o una sonrisa destruyan los candados, la prisión
que tiene al amor cautivo y que por fin podrá emerger.
Será indisimulable. Se desplazará por todo el cuerpo tan
rápido como la sangre, como un veneno, como una inyección vitalizante.
Cuando el amor emerge, ya no hay vuelta atrás. No hay
superficialidad, ni temor, ni pánico que valgan. No hay cuerpo que se imponga.
Cuando el amor emerge, el interior cambia y lo hace para siempre…”
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