La confianza es un contrato invisible que tiene el ser humano con el mundo que lo rodea y las relaciones que va forjando durante toda su vida.
Es un lazo único que se va construyendo día a día. Es un
trabajo arduo, lento, pero parsimonioso.
La confianza es arrojarse al vacío, es abrir la puerta al
interior. Es fe transformada en adrenalina. Es la certeza de que alguien va a
sostenerte.
La confianza es un castillo de naipes. Lleva su debido
tiempo su construcción y un cuidado muy especial para que no se derrumbe.
Cuando se pierde la confianza, no hay un punto de
guardado. Es un volver a empezar. Desde los cimientos. Desde el primer día. Volver a foja cero.
Cuando se pierde la confianza, inmediatamente llega la
decepción. Es caer al fondo del abismo. Es dejarse ganar por la paranoia. Es
perder ese sostén, esa certeza de que no van a lastimarte.
La decepción es tener una herida profunda que costará
curar y que dejará una cicatriz permanente.
Con la confianza se gana la amistad de alguien, el corazón de alguien. Con la decepción, se lo
pierde para siempre.
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