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Augusto se quedó dormido en su escritorio tomándose una copa de vino. Rara vez soñaba, sin embargo, las imágenes pasaban como flashes por su cabeza.
Recordaba su infancia en la estancia: “Un Nuevo Sol”,
recordaba a sus padres, recordaba las gallinas, las vacas y la cosecha.
Recordó el fallecimiento de su madre. Su padre abandonando
la estancia y buscando suerte en la ciudad.
Rememoró sus días de adolescente trabajando en una
heladería. Recordó ver a Laura, su primer y único amor dándole un tierno y
dulce beso.
Las imágenes seguían surcando su mente, recordó a Pedro su
mejor amigo, lo vio besándose con Laura
a escondidas en su propia casa. Con dolor, pudo ver a ella embarazada de él. Recordó que un día
se pelearon, que todo había terminado entre ellos. Sintió gran calidez cuando volvió
a tenerla en sus brazos y Pedro desapareció para siempre.
Recordó abrir su primer negocio y los primeros pasos de
Valeria. Recordó el primer momento de la enfermedad de Laura, las recaídas, la
ambulancia, su última sonrisa, su último beso, su último apretón de manos, su
última mirada, su último destello de luz. Recordó el cementerio y el día del
entierro.
Vio con claridad, estar en la quiebra con su negocio,
recordó a los hombres de traje negro y elegancia, entrar por primera vez en la heladería. Le
dijeron en tono serio y solemne que no cerrara el local, que ellos se ocuparían
de todo, pero debía cumplir unos favores a cambio.
Recordó estar quebrado, al punto de no tener nada para darle a Valeria para comer
y tomó la decisión de dejarla a cargo de un asistente social.
Recordó ceder ante los pedidos de los hombres de traje
negro, recordó que le pidieron “encargarse” de un par de personas, recordó su
desesperación, impotencia y ganas de volver a estar con su hija. Recordó
sentirse la muerte, recordó como fue perdiendo cualquier escrúpulo ante cada
encargo de sus “jefes”.
Recordó volver a
abrir la heladería y ganar mucho dinero. Recordó volver a buscar a Valeria.
Recordó hacerla feliz a cualquier precio. Recordó su trato con los hombres de
traje negro. Recordó los “favores” que realizaba en su negocio. Recordó el uso
de agroquímicos, para una mejor venta de sus productos. Recordó a los trabajadores de la estancia enfermos de cáncer. Recordó a sus amigos de traje negro
solucionarle el “asunto”. Recordó su
pacto de sangre.
De repente, despertó, despertó de su pesadilla. Despertó de
la pesadilla que era su propia vida. Se llenó de ira, de resentimiento, era
momento de terminar con todos los cabos sueltos que querían atacar su mundo de
fantasía.
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