Sin dudas para Valeria haber sido secuestrada fue un cambio
rotundo en su interior, se volvió menos inocente y más atenta a lo que ocurría
a su alrededor.
El modo en que Federico le hablaba de su padre era certero y
parecía preciso asi que, a partir de retornar a su vida “normal”, luego de
permanecer en cautiverio, se decidió a atender las señales.
Pero… ¿por qué creer en un completo desconocido? ¿Y si era
otra trampa? No lo sabía, pero internamente una voz cálida la instaba a que
confiara un poco en él.
Fue así que descubrió pequeñas cosas que no le cerraban, como por
ejemplo la estrecha relación de su padre con Mariano, su novio. De un día para
otro, ambos comenzaron una relación muy paternal, a pesar de que Augusto sabía
las verdaderas intenciones de Mariano para acercársele: llegar a Valeria.
Otro indicio, es que Augusto jamás visitaba la tumba de su
esposa y muy de vez en cuando acompañaba a Valeria al cementerio. ¿Aún le
dolería su muerte o había algo más?
Señales, pistas, indicios, que Valeria no veía, o que quizás
no se animaba a ver, porque sabía que su realidad estaba amenazada por
profundos secretos.
Federico escuchó atento todos los detalles que Valeria tenía
para contarle. No podía sacarle los ojos de encima y el extenso relato ayudó
para que no se notara tanto.
- Lo que no entiendo es qué tengo que ver yo con la muerte
de tu vieja o si tu viejo la mató y todo eso…- interrumpió Federico.
- Porque descubrí que en la cosecha de las frutas para la
fabricación del helado, hace años, pasó algo muy grave y quiero saber qué fue
lo que pasó, estoy segura de que tuvo que haber con la muerte de mi mamá y
además vos me podés decir porque tu
viejo trabajaba ahí…-contestó Valeria.
- Sí, mi viejo trabajó mucho tiempo en ese lugar y después,
cuando él se enfermó seguí yo…- dijo Federico y cortó la frase.
- ¿Pero de qué se
enfermo?- quiso saber Valeria.
- De cáncer, por los agroquímicos experimentales que se
usaban en la siembra y la cosecha- dijo por fin Federico.
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