13/2/16

Novela: "El suéter de lana". Capítulo 20.

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Desde el pasillo, Federico vio a su habitación del hospital y como la policía científica se llevaba hacia la morgue el cuerpo de  la enfermera que lo atendía justo en el instante en que recibió un disparo en la cabeza, que la abatió en el acto.
Sus sensaciones eran de estupor y horror. Pero lo que más sentía era preocupación, porque Federico sabía que el objetivo de esa bala era él.
Desde aquel día, ya no pudo sacarse la imagen de aquella enfermera que sin saberlo, milagrosamente salvó su vida a cambio de  la suya.

Cuando estuvo totalmente recuperado, Federico creyó que lo trasladarían a una cárcel y que allí pasaría los últimos días de su vida, que conforme a los hechos era mucho tiempo.
Pero no lo trasladaron a una cárcel, ni tampoco a su casa. Sólo lo hicieron subir a un móvil policial y lo llevaron a un complejo de departamentos en una zona de la ciudad que él no conocía. Quiso preguntar qué hacían allí, pero ninguno de  los policías le respondió.

Bajaron de  la camioneta de  la policía. Federico siempre iba escoltado por tres uniformados.
Finalmente llegaron al departamento 18. Ante la indicación el muchacho  tocó timbre.

La puerta se abrió y allí estaba Valeria, que ante la perplejidad de él despidió a los policías y lo hizo pasar.
- Vos y yo tenemos que hablar- dijo Valeria, ante la mirada perdida de Federico que no entendía nada.
- ¿Qué es este lugar? ¿Qué hacés vos acá? ¿Qué querés?- se puso a la defensiva él.
- Primero quiero pedirte disculpas por cómo te traté el otro día en el hospital, vos estabas en un mal momento, pero igual no se justifica que me hayas secuestrado a mí y después  a mi novio-comenzó ella.

- Tenía mis razones. Vos no tenés nada que ver en todo esto, sólo estabas en el lugar y el tiempo equivocado. Ya te dije con quién es la cosa: con tu viejo y no sé si tu novio también…-la interrumpió él.
- De eso quiero hablar ¿de dónde conocés vos a mi viejo?- le preguntó ella.

- Acá las preguntas las hago yo, porque no entiendo nada. El otro día viniste a gritarme al hospital para que me dejara de joder con tu familia y ahora estoy en tu departamento. ¿Qué sigue ahora? ¿Pagarme con la misma moneda secuestrándome vos?- volvió a desviar el tema Federico.

- Está bien. Estás acá porque yo se lo pedí al juez. Y me costó bastante convencerlo. Digamos que soy como una tutora tuya a cambio de que el juez reconsidere la pena por secuestrar a mi novio. Y este no es mi departamento, es tuyo. Desde ahora vas a vivir acá, porque si mis sospechas son correctas a tu casa no vas a poder volver más. Y no, no voy a vivir con vos, voy a seguir con mi vida “normal” en mi casa ¿está claro?- afirmó con gran entereza Valeria.
- ¿Y por qué hacés todo esto?- preguntó Federico, mirándole los labios.

- Porque creo que mi papá mató a mi mamá y tiene varios cómplices de gran poder-contestó con solemnidad Valeria. 

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