Luego del movilizante encuentro con Valeria, Federico se metió de lleno a investigar la muerte de su padre, ya que había ciertas cosas que no le cerraban.
Algo que le llamó la atención fue que no se realizara una
autopsia para determinar cómo se había suicidado su padre, por más que la
policía hubiera dicho que había ingerido veneno.
Otra cosa llamativa, fue un hematoma en la cabeza del cuerpo, algo que no fue tenido en cuenta en ningún momento.
Estaba claro que algo extraño había pasado con su papá y que
tenía directa relación con el secuestro de Valeria.
Federico sabía muchos secretos de Augusto, el padre de
Valeria, y de inmediato sospechó que querría una venganza doble por haber
secuestrado a su adorada hija: que él se pudriera en la cárcel y que su padre “se
suicidara”.
No tenía pruebas concluyentes contra el empresario,
pero sí una corazonada, ya que conocía a Augusto mejor que su propia hija, y
sabía que no dudaría en chantajear con dinero y hasta incluso torturar o matar
a una persona con tal de que esta accediera a sus pedidos.
Finalmente Federico
decidió abordar a Mariano para sacarle información sobre los negocios turbios
de Augusto, como una hendija por la cual colarse, y hacerlo caer.
Mariano entró en su coche y lo puso en marcha. Iría a buscar
a Valeria para salir a pasear por el pueblo.
De repente, un dolor intenso en su cabeza lo obligó a soltar
el volante y alguien aplicando presión con su propio brazo, lo estaba
ahorcando.
Antes de desmayarse, logró oír que alguien le gritaba que
hablara o sería hombre muerto.
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