Finalmente, Federico recibió la pena de 5 años de prisión por secuestro extorsivo. Augusto apeló la sentencia en casi todas las instancias, ya que le parecía un castigo muy blando, pero no pudo lograr su cometido.
Durante el juicio, Federico eligió defenderse
sólo, ya que tenía conocimientos sobre derecho civil y penal, entre otras
sapiencias.
Valeria trató de mantenerse al margen, pero fue
inevitable que declarase.
Ante el juez, ella siempre sostuvo que los tratos por parte de
Federico siempre habían sido en buenos términos, algo que influyó a la hora de
fijar la condena.
Extrañamente, ni cuando el juicio comenzó, ni
durante el transcurso de los alegatos, e incluso en la lectura de la condena, Federico estuvo acompañado por algún familiar,
algo que no extrañó al juez que había visto de todo en su larga carrera en la
justicia, pero sí esta situación sorprendió a Valeria, que a pesar de querer
mantenerse afuera de todo, hacía lo imposible por saber lo que ocurría.
En fin, el tribunal, un mediodía dictó la
sentencia e inmediatamente Federico, fue trasladado a un penal y efectivamente
cumplió su condena.
Al salir de ese lugar, era un hombre aún más
maduro, con muchos conocimientos sobre lo técnico y práctico de la vida.
Inmediatamente después que atravesó la puerta
de aquel lugar sombrío, dónde reinaba el rencor y la violencia, emprendió el camino a su casa, sólo, como lo había estado desde el juicio. Su morada. era un lugar dónde él, a pesar de todos los
acontecimientos, todos sus sufrimientos, se sentía pleno. Pero la realidad le
enseñaría que la felicidad es algo efímero y los momentos valiosos.
Cuando llegó a su casa, su bálsamo, todo ese
lugar de ensueño se había esfumado. Allí
todo un cordón policial rodeaba el perímetro, patrulleros por doquier y la
típica cinta de la policía forense que se ve en las películas policiales
coronaban la escena.
Federico, se acercó corriendo, cuando un
policía lo frenó, diciéndole que no podía pasar, porque debían trabajar.
- Pero, es mi casa ¿qué paso?- preguntó
Federico, que comenzaba a desesperarse.
El policía, llamó a otro, charlaban y se
consultaban cosas. Parecía que decidían quién le diría la trágica noticia.
- Mirá pibe, estamos trabajando. No sé si era
familiar tuyo, pero el hombre que estaba en esta casa, falleció. Se suicidó. No
te puedo contar más nada.-finalmente dijo el policía.
A Federico comenzó a faltarle el aire, se dejó
caer en el suelo tratando de confirmar sus sospechas. Cuando el cordón policial
se abrió, y sacaron de la casa el cadáver de aquel hombre que se había
suicidado, Federico corrió hacia él, con una agilidad inusitada esquivando
policías, hasta que llegó a la camilla. Levantó la manta blanca que tapaba el
rostro del muerto y rompió en llanto.
- ¡Papá! ¡Noooo! ¡Qué hiciste, viejo!- La
angustia y la impotencia se apoderaron
de él. Ahora sí se sentía verdaderamente solo. No pudo cumplir su objetivo y tarde
o temprano pagó las consecuencias. Su padre, estaba muerto.
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