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Federico sólo necesitó patear una vez la puerta para abrirla de par en par. Era la habitación donde mantenía cautiva a Valeria, ella estaba allí, debajo de uno de sus secuaces, que le impedía gritar y pedir ayuda.
Enajenado, Federico lo tomó por los hombros y
lo tiró al suelo, el secuaz se levantó en menos de un segundo, sólo para
recibir una trompada en la cara que terminó por noquearlo.
- ¡No te quiero ver nunca más acá, si te veo
por la estancia o cerca, te arranco las bolas con un tramontina!- le gritó
Federico. Cuando vio entrar a otros dos de sus ayudantes, se calmó un poco,
pero con el mismo tono desafiante les dijo:
- Llévenselo a la ciudad, no merece ni que me juegue
un mísero balazo por él, denle un poco de alcohol y déjenlo tirado a la entrada
de un bar-
Valeria lloraba en silencio, estaba asustada y sobrepasada por la situación, se tapó la
cara con las manos. Temblaba. Federico se calmó otro tanto, y le preguntó si el
“tipo ese” le había hecho algo. Valeria, negó con la cabeza y lloró aún más.
- ¿¡Por qué conmigo eh?! ¿Por qué con mi
familia? ¡Ya está lo bastante rota!- gritó ella en medio de un ataque de
angustia y rabia contenida.
- No me voy a meter en tus asuntos familiares,
Valeria, te pido disculpas por esto que tuviste que pasar, no era para nada
parte del plan que un degenerado aprovechara la situación para violentarte. Ya
te dije, la cosa no es con vos, ni por vos, es con tu viejo…-
- ¿Por qué con mi viejo? Es un simple heladero
devenido en empresario, no tenemos plata- Un poco acongojado por la situación,
Federico se apoyó sobre una de las paredes de la habitación y sin perder el tono, ni las expresiones,
contestó:
- Sabés muy poco sobre tu viejo, Valeria, yo
sólo necesito la plata, porque sino mi viejo se va a morir…- Sin una sola mueca
de debilidad, Federico volvió a disculparse con Valeria sobre el momento que
debió pasar, le prometió otra bandeja con comida pero esta vez traída por él y
cerró la puerta de la habitación como pudo, ya que con la patada se había
resquebrajado en algunas partes.
En ese momento, Valeria, dejó de llorar.
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