25/5/15

Novela: "El suéter de lana". Capítulo 8

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Mariano estaba blanco como un papel y  no le sacaba la vista de encima a Augusto.
La escena parecía de un cuento policial: sobre el pasto yacía el cadáver de un hombre y a su lado estaban los autores de tal crimen. El césped comenzó a teñirse de un rojo oscuro.
- Lo mataste…-dijo Mariano a punto de vomitar.
- Y sí, que querías que hiciera, si te iba a acribillar. Ahora que lo pienso lo tendría que haber dejado que te mate. Valeria no está en este lugar, este hombre vive solo y con un par de vacas, nada más.-
-¿Estás seguro? La puede tener secuestrada en algún galpón o un sótano secreto.-
- No fue un tipo solo el que secuestró a mi hija y este hombre no tenía la mentalidad como para armar semejante plan.
- Y ahora, ¿Qué hacemos?-
- Seguir buscando…-

Mariano empezó a impacientarse, no sólo porque la búsqueda hasta ahora había sido negativa, sino porque el hecho de proteger a Valeria, le estaba quemando la cabeza a Augusto.
Ya era bastante tarde, cuando Mariano y Augusto llegaron a un bar en el pueblo, estaban confundidos y apesadumbrados.
- No te tendría que haber hecho caso, no sé de dónde sacaste que mi hija estaba en ese lugar.-
-Bueno le pregunté a tipos que están metidos en temas de trata de personas, me costó muchísimo que me dijeran algo, es muy peligroso, Augusto…- Ante la mención de la trata, la cara de Augusto se transformó, por un momento tuvo ganas de dejar de respirar, de morirse en ese bar inmundo, pero conservó la compostura.
- ¿Creés que mi hija está metida en la trata?
- Es lo más probable, es carne para lobos…-

En ese momento, entraron al bar tres hombres, dos que sostenían a uno que estaba bastante golpeado, Augusto y Mariano los miraron disimuladamente, un instinto les alertó que prestaran atención.
Uno de los hombres pidió una botella de ron puro, y le hizo dar un trago largo al que estaba en malas condiciones, el tipo tomó como si fuera agua mineral. Estaba diezmado.
Cuando los otros hombres se retiraron del lugar, y el ahora borracho se quedó adormecido, Augusto y Mariano se acercaron a él.
El borracho, abrió primero un ojo y luego el otro, hasta la más tenue luz le generaba resaca.
- ¿Vo’ no so’ el de los helado’? Yo conozco a tu hija, ta’ linda la pendeja…- Augusto lo agarró de  la ropa con ánimo de matarlo, pero Mariano lo detuvo para que lo dejara hablar.
- ¿Cierto que la conocés?- intentó Mariano.

- Sí, está en el campo “Un nuevo sol”, me cagaron a trompada’ porque me la quise coger…-  
Augusto estaba ciego de  la bronca. Mariano intentó frenarlo, pero le partió una botella de vidrio en la cabeza al borracho  y salió del bar hecho una furia, mientras aquel excómplice de Federico sangraba y ponía en jaque el plan del secuestrador.

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