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"Si le preguntás a alguien, lisa y llanamente "¿Qué es el amor?" Lo más probable es que buscando una respuesta inmediata, no pueda contestar, porque el amor es algo intangible, es como la brisa de verano o el viento del invierno, es capaz de percibirse en todo el cuerpo, pero no de verlo materializado en una definición objetiva.
Todos, desde chicos, decimos y tenemos la concepción de que el amor es eso que nos muestra Disney, es la princesa hermosa, perfecta, es ese galán, de traje, valiente y que con el amor de ella también se vuelve extremadamente perfecto y feliz.
Pero cuando vamos creciendo, la realidad va derrumbando todo ese espejismo, todo ese ideal de la vida adulta. El amor ya no es tan hermoso, tan a primera vista, tan perfecto, tan feliz.
Nos vamos desilusionando de ese modelo de perfección, el amor no se encuentra siempre a la vuelta de la esquina, empieza a escasear.
Aquel príncipe o princesa que llega para rescatarte del más oscuro de los abismos, se distrajo con otra cosa.
Esa princesa o ese príncipe te ama sin límites insospechados, pero ya no sos un amor, sos SU amor, su posesión.
Nos convencemos de que sólo amamos al otro por su gran personalidad, por su parecido con nosotros, porque el alma lo es todo, pero también ahí nos equivocamos. Lo primero que uno ve del otro es su imagen, lo de afuera, ese envase que trae todo aquello que, si se dan las cosas, nos enamorará luego.
Es la naturaleza humana, uno no puede evitar sentirse regocijado con la imagen del otro, es parte del motor que nos guía, parte del impulso y también parte del amor. No sobre el que escribía Shakespeare, no sobre el que nos mostraba Disney, sino el real, donde la imagen y la personalidad forman parte de ese todo. De eso que no sabemos que es, pero que se siente, de ese cruel y despiadado veneno, de ese reconfortante y animoso antídoto, llamado amor..."
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