Augusto cortó la comunicación, no había rastros de su hija
en ninguna parte y Mariano aún no llegaba con nuevas y buenas noticias.
Subió las escaleras con dirección a su cuarto, pero se
detuvo ante la habitación de Valeria. Entró. Miró la cama y se sentó sobre ella. Conteniendo
las lágrimas, recordó el nacimiento de su hija y cómo le había cambiado la vida
tanto a él, como a su esposa.
De repente su teléfono celular comenzó a sonar, el sonido lo
sacó de su letargo y angustia. Era Mariano.
- Dame una buena noticia por favor- contestó inmediatamente
Augusto.-
- Tengo buenas y malas noticias: la mala es que,
efectivamente como pensábamos, la secuestraron- Augusto sintió esas palabras
como un cuchillazo al corazón.
- ¿Y la buena?
- Recorriendo la zona, haciendo averiguaciones, descubrí que
está en una estancia a 60
kilómetros del pueblo, ya estoy yendo para allá.-
Augusto cortó, buscó la escopeta herencia de su padre, se
subió a su auto y se dirigió con dirección a las afueras de la ciudad.
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