Mención de honor, Concurso: "Contate un cuento IV"
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Todos los días cruzaba la plaza para llegar a la escuela, pero ese día había decidido tomar otro camino. Iba despacio, pensando en lo que haría en el día cuando sentí un empujón, trastabillé, pero logré mantener el equilibrio. Cuando me di vuelta, la vi. Nerviosa, agarraba sus cosas para meterlas en su mochila.
- Pará, ¿Estás bien? Dejame que te ayude ¿Esto es una brújula? – Le pregunté con curiosidad, tratando de ayudarla a juntar sus cosas.
-¡¡¡No!!! Dejá eso, ya me tengo que ir, chau.- me contestó cortante y se fue dando grandes pasos.
Me quedé perplejo, pensando en cómo una chica tan linda podía estar tan loca. Fue un flechazo certero. Durante el resto del día, me quemé la cabeza pensando en ella. En su pelo lacio y castaño, sus ojos penetrantes, en su desparpajo a la hora de defender lo suyo con su metro cincuenta de estatura. Definitivamente se estaba apoderando de mi sistema nervioso central. Después de un tiempo me puse a repasar lo que había pasado y me surgió una duda: ¿La vería de nuevo?
Al día siguiente hice el mismo trayecto que había hecho el día anterior con dirección al colegio, pero mucho más alerta, atento a si volvía a cruzármela.
Finalmente entré al colegio algo desanimado, no la había visto por ningún lado. Cuando llegué al salón, saludé a mis amigos, y la vi de nuevo, ella estaba ahí, como el día anterior en la calle. La saludé y le dije:
-¿Otra vez vos por acá? Voy a creer que me estas espiando-.
-Desde hoy empecé el colegio a la mañana, aparte no caería tan bajo como para espiar a un pibe. Tengo otros métodos- me respondió.
-¿Y… cómo te llamás? - Le pregunté algo incómodo.
- Alma ¿y vos?
- Benicio, mucho gusto -le contesté con una sonrisa amistosa, pero forzada.
Tocó el timbre y salimos a formar. Me ocupé de averiguar si alguien sabía algo sobre Alma.
Le pregunté a Martín, mi mejor amigo y como insistía tanto con el asunto, me dijo:
- Epa, no te estarás enamorando ¿no?- le di un codazo en la costilla en señal de que hablaba en serio.
- Bueno según sé, falta mucho a clases, no tiene amigas, es medio rarita, igual. El otro día, me dijo Santi, que se le cayó la mochila y llevaba cosas raras: una brújula, ropa extraña. De todo menos las cosas comunes que lleva uno al colegio. Es como si todo el tiempo estuviera escondiendo algo.- me informó.
Salí del colegio y fui a casa, prendí la computadora y empecé a hacer mis investigaciones. Buscar en redes sociales, en perfiles, en buscadores, pero no encontré nada relacionado con Alma. Decidí irme a dormir, no sin antes pasarme minutos enteros pensando qué era lo que escondía la chica que me quitaba el sueño.
Los días siguieron pasando y ella no daba señales de vida, hasta que nuevamente apareció en la escuela. Fue un día, en el que estuve asediado por las pruebas, razón por la cual no pude cruzar palabra con ella.
Cuando sonó el timbre de salida, no lo pensé dos veces, y en un comportamiento que me era ajeno, la seguí. Caminé 4 ó 5 cuadras siempre disimulando mis acciones, hasta que Alma paró en una casa. No era lujosa ni con pileta al fondo, sólo tradicional y ordinaria.
Cuando Alma entró, me escondí atrás de un pilar y me quedé observando durante diez minutos hasta que, de repente, la casa se iluminó por completo, unos destellos de una luz “celestial” bañaban el perímetro del terreno. Todas las ventanas irradiaban luz. Me quedé mudo, perplejo. Cuando salí del trance, alcancé a escuchar un silenciador de un arma, lo demás fue sólo oscuridad.
De fondo una radio encendida que transmitía voces que hablaban en un idioma desconocido. Levanté la vista y pude comprobar que estaba atado a una silla y tres flacos me miraban. También pude divisar el lugar, un estacionamiento techado. De repente, uno de los tipos que estaban en aquel lugar, me habló con un tono amenazante:
-Mirá, pendejo, te la hago corta, ¿qué carajo hacés con esa terrorista? -me gritó un de los tipos, todos de alrededor de 30 a 35 años.
- ¿Qué? ¿Terrorista? No entiendo… - respondí, un poco asustado de lo que pudiera pasar después de esa respuesta.
-No te hagas el vivo pibe, ¿qué tenes que ver con esa chica vos?- me preguntó otro de los tipos un poco más calmado.
-Nada, solo somos compañeros de colegio - respondí, y ¿con la verdad?
-¡Mentís! Y te aseguro que no me conocés enojado - esta vez, el primero de ellos, parecía haber perdido la paciencia, levantó más la voz y se lo notaba bastante nervioso.
De repente un ruido en el fondo. Uno de los matones fue a revisar portando un arma bastante extraña. Un disparo a silenciador y dos de los tres tipos que me tenían secuestrado se desplomaron pesadamente sobre el suelo. El restante se dio vuelta y apuntó a una silueta.
Me paré como pude, con la silla a cuestas. Poco a poco me fui acercando a él, y con toda mi fuerza le di una fuerte patada a las piernas, el tipo se tambaleó y con un rápido movimiento “mi salvador/a” apretó el gatillo de su arma y el tipo quedó tendido en el suelo.
Mi salvador, se iba acercando hacia mí, hasta que la luz tocó su rostro, era ella, la tan misteriosa Alma, que me desató.
-¿Vos sos pelotudo? ¿Cómo me vas a seguir?- me dijo evidentemente enojada -
-¿Quién sos? ¿Quiénes eran esos tipos? ¿Quién carajo sos, flaca?-arremetí sin contestar a sus preguntas. Estaba confundido, contrariado, pero yo mismo me la había buscado. Yo la había seguido.
-No cambies de tema ¿por qué me seguiste?- me dijo Alma, en una pregunta que sonaba más a un reproche.
-Tenía curiosidad...- contesté.
-Tu curiosidad casi te lleva a no contar más el cuento ¿lo sabías?- Ahora sonaba a un reproche real de una madre a su hijo de cinco años.
- Está bien, no te sigo más, pero voy a descubrir qué escondes- le dije determinante.
- ¡No me amenaces! No te conviene meterte, pendejo.- se dio la vuelta y desapareció por el mismo lugar que había llegado.
Los próximos días, seguí con mi vida “normal” en el colegio, hasta que volví a recaer, ya el deseo de saber qué escondía Alma, se había convertido en una obsesión.
Cuando volvía de mi clase de gimnasia decidí tomar un atajo para ver la casa de Alma. Todo parecía "normal" y resolví emprender el camino a mi casa, pero alguien tocó mi hombro. “Otra vez no”, pensé, me di vuelta y ahí estaba mi viejo. Nos saludamos y seguí mi camino.
Empecé a caminar rápido hasta doblar la esquina. No me alejé de la casa de Alma, sino que volví por el otro lado, pero antes me fijé si mi papá seguía ahí. Efectivamente estaba, pero hablando muy amistosamente con Alma y no parecían para nada dos desconocidos.
Finalmente, terminaron su conversación, mi viejo se fue, y ella se quedó sola en el frente de la casa. Ahí decidí pedirle alguna explicación de cuál era su relación con mi papá. De repente, desde mi posición un tanto aislada escuché una frenada fuerte, gritos y una camioneta que se detenía frente a Alma. Corrí inútilmente. La desmayaron con una de esas armas extrañas y en menos de 5 segundos se la llevaron. Asustado, desde mi escondite, sólo atiné a ver cómo se alejaba.
Cuando volvía hacia mi casa, noté un papel pegado debajo de mi zapatilla, lo agarré y lo leí: “COD 070596”. Raro, otra cosa rara, entre tanta rareza.
Dos días, cuarenta y ocho horas, rompiéndome la cabeza intentando saber qué carajo quería decir “COD 070596”. No sabía si llamar a la policía o hablar con mi papá. Decidí hacer lo segundo, ya que la desesperación se apoderaba de mí, así que tomé valor y encaré a mi viejo. Estaba en la cocina, me acerqué con el papel de la inscripción y le conté lo que sucedía con Alma.
- ¡¿Cómo?! ¿Vos qué sabés de Lucía?- me interrogó mi viejo, con una mezcla de miedo y excitación en sus ojos.
- Alma, se llama Alma, papá- evadí la pregunta, remarcándole su error.
- Lucía, se llama Lucía, sé muy bien lo que digo- me contestó en tono misterioso- Dame el papel ese con el código, lo voy a poner en la computadora y la vamos a ir a rescatar. Más vos, que yo…-me contestó sin sacar los ojos de encima al papel escrito con el código.
-¿Qué? Me podés explicar qué mierda está pasando.-le dije ofuscado y confundido.
Mi viejo, agarró mi computadora y empezó a escribir el código del papel. Eran las coordenadas para poder encontrar a Lucía/Alma.
- ¡Encima me mintió! No se llama Alma, se llama Lucía. ¿Qué pasa viejo? ¡Contestáme!
- Perdoname hijo, pero primero tenemos que ir a buscarla. Está cautiva en el hotel "Dos espadas". Hace unos años la ayudé con un problema que tenía, labura para Greenpeace, es una organización mundial por la paz ambiental. Ella viene a evitar que algo malo pase, pero no te puedo contar nada más– me explicó mi viejo antes de que cruzáramos la ciudad en su auto.
Llegamos a la recepción del hotel. Yo estaba nervioso y confundido. ¿Se trataba todo de una intervención ambientalista?
Un gesto de mi papá, me sacó de mis pensamientos, aparentamos ser turistas y nos escabullimos hacia el área de servicio. Allí, mi viejo sacó las mismas armas extrañas que había visto antes portar a Alma, o Lucía, y a aquellos matones que me secuestraron.
- Escuchame, yo entro primero y vos te metes por atrás. Cuando yo te diga disparás para arriba, sólo para arriba, ¿me entendiste?- En ese punto, no me quedaba más remedio que confiar en mi papá, que parecía tenerla bastante clara.
Traspasé la puerta. Una vez que la crucé, varios pensamientos me agobiaron, como por ejemplo, qué era lo que Lucía tenía que evitar. En ese momento, me di cuenta que estaba ahí, con cero experiencia en armas, asustado, confundido, sólo empujado por la premisa de rescatar al amor de mi vida.
De pronto un disparo sordo. Sangre en mi mano, sangre en mi pecho, gritos de Lucía. Gritos de mi viejo. Martín todavía con su brazo levantado apuntándome. La pistola, todavía perdía un humo grisáceo. Gritos, llantos, sollozos, mi viejo corriendo hacia Martín, y éste desapareciendo a través de un óvalo de luz.
Caí al suelo de rodillas y me desplomé boca abajo. El suelo gris, se teñía de un rojo oscuro. Solté el arma que todavía tenía en la mano.
Lucia gritaba y agarraba desesperada su celular. Todo se volvía oscuro, gótico, apagado. Sólo veía a Lucía. Desangrado y con la poca fuerza que tenía, sólo atiné a decir dos palabras:
-Te amo…- susurré.
Lucía, que no me sacaba la vista de encima, se estremeció, se puso colorada, y empezó a llorar. Sus lágrimas se asemejaban a un diluvio universal.
De mi viejo, sólo escuchaba sus gritos, preguntándose cuándo llegaría la ambulancia.
A continuación, todo se volvió oscuro por última vez.
Ahora sé lo que es la traición, se siente a sangre en la boca y a un tiro en el medio del pecho.
Mi mejor amigo Martín, al igual que Lucía viajaron desde el futuro para cumplir una misión: la de él terminar con mi vida, evitar que yo arruine sus planes en el futuro: usar la tecnología avanzada y la posibilidad de viajar en el tiempo, para apoderarse de nuestro mundo, creando una masa crítica mundial que hiciera caer los modelos políticos y económicos de todos los países del mundo. Así en una fragilidad inconmensurable, él se alzaría como un Dios, recreando un nuevo orden mundial, una nueva Tierra.
Mi mejor amigo Martín, no tenía 17 años, pasaba los 30. Era empresario textil y científico. Después de un arduo trabajo, logró crear un sistema electrónico, que creaba portales electromagnéticos, manejados por la mente, que permitía viajar a cualquier momento y lugar.
Su plan para ganarse mi confianza fue sistemático. Yo era su llave para crear esa masa crítica que pondría de cabeza al mundo, pero su plan entro en peligro cuando apareció Lucía en este tiempo, y me rescató de sus matones que harían el trabajo sucio por él.
Lucía luchaba hacía mucho tiempo contra las fábricas textiles de Martín, que contaminaban cada vez más el agua, el aire y enfermaban cada vez más a las personas. Hasta que se cansó de las intervenciones no violentas y forjó un plan, un golpe maestro al laboratorio de Martín, junto a otros activistas.
Fue una batalla campal, donde murieron muchas personas. Lucía logró hacerse con varias armas, experimentos y planes de Martín, entre los cuales estaba el de mi asesinato y el Nuevo Orden Mundial.
Así logró viajar en el tiempo y advertirle a mi papá sobre esta situación y así anticiparse a los hechos, sin que yo lo supiera.
No había tiempo para escepticismos, idearon un plan usándome como carnada, pero falló… o eso creían.
Mi mejor amigo Martín cumplió con su misión: matarme… o eso creyó.
Estar en coma desde hace 3 años me limita sobremanera, pero sé que al despertar voy a poder encontrar más respuestas, con una compañera de otro tiempo a mi lado y poder contar mi historia, esta que tengo grabada a fuego en mi mente, y que recuerdo una y otra vez.
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