Valeria se sentó en uno de los bancos de la plaza. Allí se
iba a encontrar con un amigo y saldrían a pasear por las calles solitarias del
pueblo ante el caluroso clima de verano.
Luego de unos minutos, sacó un libro de su mochila y comenzó
a leerlo en la página que indicaba el señalador que ella misma había fabricado.
La espera se tornaba eterna. Después de diez minutos, veinte, treinta, Valeria empezó a aburrirse y preocuparse. Tomó su teléfono celular y marcó el número de su amigo:
- ¿Hola, Mariano? Boludo, hace media hora que te estoy
esperando ¿dónde estás?
- Uh, perdoname, se me hizo re tarde, ya estoy en camino-
contestó Mariano.
Valeria, colgó el teléfono y se dispuso a retomar el último
capítulo de su libro cuando una voz interrumpió su actividad.
- Te pregunté qué leés…- le repitió un chico con una
sonrisa amistosa-
- Ahh, sí, leo “El Alquimista” de Coelho- contestó Vale-
- ¿Y vos también cuidás ovejas?
- Yo de las ovejas
sólo uso suéteres de lana-
- ¿Querés salir a caminar?-
- Mm, no puedo, estoy esperando a alguien.-
- ¿A tu novio?
- No, no tengo novio, espero a un amigo.-
- Entonces llamalo y decile que saliste con otro amigo,
porque él llegó demasiado tarde.-
- ¿Y vos cómo sabés, que está llegando tarde?
- Porque hace cuarenta minutos que estás en este banco
sentada, intentado leer tu libro, y cada cinco minutos te arreglás el pelo y te
mirás la cara en un espejo que llevas en tu cartera.-
- ¿Me estabas espiando?-
- No, solamente me armaba de valor para venir a hablarte sin
transpirar, pero no lo logré. Federico, mucho gusto.-
- Valeria…-
- Lindo nombre.-
- ¿Viste?-
- Bueno, ¿caminamos o no?-
- Está bien, pero sólo un par de cuadras porque estoy
esperando a mi amigo.-
- Quedate tranquila que vas a llegar antes que él.-
Vale se levantó del banco de plaza y junto a Federico
comenzaron a caminar por charlando sobre sus vidas. Él le
contó a ella que vivía con su padre ya que su madre lo había abandonado luego
de nacer.
Ella le contó que vivía junto a su padre, ya que su madre
había fallecido cuando apenas comenzaba el jardín de infantes.
Caminaron un par de cuadras con los últimos rayos del sol, cuando
los celulares de ambos comenzaron a sonar.Se disculparon y se alejaron unos
metros para poder hablar más en privado.
- Si pa, ya voy, si, ya sé que tengo 17 años, pero el boludo
de Mariano nunca vino y salí a caminar. Dale, ya voy, chau- Vale cortó algo
ofuscada y esperó a que Federico terminara su conversación por teléfono.
- Si, ya la tengo…- contestó Federico a la persona que lo había
llamado.
Inmediatamente una camioneta
color negra y de vidrios polarizados
frenó de golpe ante Valeria. Cuatro hombres bajaron de allí y en unos
segundos la redujeron, ella asustada, apenas pudo gritar el nombre de Federico,
que se alejaba del lugar, con una sonrisa en la cara.
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