16/1/16

Novela: "El suéter de lana". Capítulo 18.

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Después de la golpiza que sufrió por parte de unos matones que seguían las órdenes de Mariano, Federico terminó en el hospital con varias heridas, pero ninguna de gravedad, aunque debió quedarse internado unos días.

Obviamente que a la verdad de  lo que había pasado se le agregaron varios detalles sobre el final de lo que había acontecido  como por ejemplo que Federico secuestró a Mariano, pero por suerte la policía logró reducirlo cuando enajenado intentó atacar a los efectivos policiales y escaparse. 
Así que luego del hospital, Federico volvería a la cárcel, pero ya nada le importaba. Nada lograría quebrantar su más profunda impotencia y tristeza por la dudosa muerte de su padre…

- ¿¡Pero vos te volviste loco?! ¿¡Cómo vas a secuestrar a mi novio?! ¿¡Dejá a mi familia en paz flaco?!- gritó Valeria, irrumpiendo en la habitación donde Federico permanecía convaleciente.
- No entendés nada, nena… Mejor andate.- Federico sentía un tibio calor que le recorrió todo el cuerpo cuando había visto entrar a Valeria allí. Pero no tenía ganas de aguantar a nadie. Nadie entendía su dolor.
- ¡Obvio que me voy a ir, basura! ¡Pero no te metas más conmigo, ni con mi novio ni con nadie de mi familia!- se exasperó más Valeria, tanto que quedó a escasos centímetros de Federico, que no soportó más que le gritara de esa manera:

- ¡Me chupa un huevo tu familia y tu novio o quién carajo sea! ¿Sabés por qué hago lo que hago? ¡Porque estoy desesperado! ¿Sabés a quién enterré el otro día? A mi viejo. Se cagó muriendo porque no lo pude cuidar. Y no, no se suicidó. Yo sé que lo mataron. Y estoy seguro que tu viejo está detrás de esto. Él quería ver muerto a mi papá. Y ahora sigo yo.
Tu viejo dejó de vender helados de tres bochas hace mucho tiempo, Valeria. Esto es mucho más grande. No me importa si me creés o no me creés. Voy a buscar justicia por mi viejo hasta que me peguen un tiro en la frente…- Las lágrimas brotaban de los ojos de Federico con un dolor añejo, un dolor profundo y ahogado. No intentaba disimular más su sufrimiento.

Federico se sentía sólo y aislado e irónicamente esa soledad se iba cuando aparecía Valeria, por más que le gritara e intentara arrancarlo de su vida una y mil veces.


Él seguía llorando en silencio, ella seguía en shock, dudando de las palabras de Federico, pero sintiendo empatía y angustia por él. No sabía qué pensar ni  qué creer. Cuando una lágrima asomó por sus ojos, salió corriendo de la habitación de  Federico, con dirección a la salida de aquel hospital. 

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